El carnaval de Cambiemos

El doble discurso -que expresa también la doble moral- del gobierno de Cambiemos no tiene fin. Mientras libera de toda responsabilidad al ministro Jorge Triaca por el atropello cometido contra una trabajadora y por el abuso en ejercicio de funciones propias de su condición de funcionario público, el gobierno despliega cortinas de humo con proclamas de presunta austeridad que solo pueden convencer a los incondicionales.

El anuncio acerca del recorte de los cargos políticos y la salida de los familiares de los ministros de los puestos en el Estado, no son sino una jugada más dentro del marketing político con el cual el gobierno tiende a crear constantes juegos de artificio que oculten las dificultades evidentes que enfrenta: inflación, despidos, caída del salario real, balanza comercial deficitaria, problemas con las cuentas públicas.

Los estrategas de la comunicación política han venido estudiando y, en algunos casos, recomendando a los gobernantes lo que se ha denominado como «campaña permanente». El concepto podría traducirse en continuar, durante el ejercicio del gobierno, en la misma tónica y utilizando similares recursos a los que se usan en la campaña electoral: básicamente promesas y ataques a los presuntos o reales adversarios.

Esto es lo que pone en práctica el gobierno de la Alianza Cambiemos. Por un lado la referencia constante a un futuro venturoso cada día más lejano e inalcanzable para la mayoría.

Pero con el mismo criterio el gobierno necesita, imperiosamente, construir enemigos a los que atacar y a los que responsabilizar de «los palos en la rueda». Al comienzo todo fue culpa de la «pesada herencia». Después que «se robaron todo» y para eso se usó (y se usa) impúdicamente el Poder Judicial para generar procesos de dudoso sustento jurídico pero cinematográficamente construidos con la colaboración de los medios de comunicación adictos al oficialismo. Estamos en la etapa de que tales argumentos comienzan a desgastarse. Sin renunciar todavía al recurso anterior, para mantener su estrategia de marketing político el gobierno necesita renovar permanentemente el stock de enemigos a la vista. Hoy le toca al sindicalismo y a sus dirigentes.

Mientras tanto, que sigan los humos de colores… como anticipo del carnaval que, ese sí, ya llega. ¿O será que para Cambiemos todo el año es carnaval?

Por W. Uranga

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