Bajo el argumento de «defensa de la democracia»

Está claro que después de los atropellos cometidos por los militares en décadas anteriores, la región ( latinoamérica) había quedado de alguna manera vacunada y prevenida contra este tipo de violaciones a la democracia y al orden constitucional.

De hecho en nuestro país creció la conciencia acerca de la necesidad de defender los derechos humanos, entendidos como indisociables de los derechos ciudadanos y de la democracia misma. Y cuando la democracia o estos derechos se sintieron amenazados la movilización popular salió de manera categórica en su defensa. Es una muestra de la conciencia ciudadana que sigue vigente, presente y actuante y un reaseguro que no hay que dejar de alimentar entre nosotros. Es parte indisociable del compromiso político legítimo, más allá de las banderías particulares.

Pareciera que todos los métodos ensayados para evitar que los pueblos decidan su destino no son suficientes. O porque no resultan eficaces a la vista de quienes creen detentar el poder del mundo, o porque estos mismos consideran que se necesitan otros tiempos y otras condiciones o, directamente, porque el aumento de la conciencia social y la demanda de los más pobres en defensa de sus derechos se ha transformado en un límite que hay que doblegar a cualquier precio y costo.

Todo lo que viene ocurriendo es también un alerta para los dirigentes políticos y movimientos democráticos en la Argentina. Hay que extremar los cuidados para mantenerse atentos y vigilantes: nuestro país es fuerte pero no está inmune a las asechanzas de quienes (desde afuera y desde adentro) pretenden por cualquier medio imponer sus intereses y sus reglas y avanzar sobre los derechos de los pueblos.

Por W.Uranga

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