A la par del aumento en la ventas de las harinas, el auge de la “masa madre” y de los planos pornográficos de la comida casera inundando las redes sociales, los ciclos gastronómicos se volvieron una suerte de tutorial al que se les prestó más atención que nunca. Fueron -son- entretenimiento y aprendizaje. La falta de posibilidades de ir a comer afuera que impuso el ASPO, el cierre de servicios a través de los cuales muchos se alimentaban, la escasez de dinero ante ingresos reducidos o suspendidos, o la imposibilidad de contar con empleadas domésticas (tache la que no corresponda), aumentó la demanda sobre todo lo que tenga que ver con la comida. En cualquier variante y formato, cocinar aglutina audiencia en la TV abierta local. Y no engorda.Si hay pandemia, que no falte el morfi.
En Masterchef Celebrity los protagonistas son el jurado y los participantes. El casting ATP (Apto para Todo Público) de “famosos” sirve para recrear aquella vieja imagen de la familia sentada frente al televisor: los hay de todo tipo y profesión, edad y ámbito cultural. Hay desde un exfutbolista hasta una influencer, pasando por un reconocido actor, actrices mediáticas, cantantes populares de distintos arraigos musicales, humoristas y hasta la exesposa del futbolista más importante del mundo. Esa Torre de Babel alrededor de la cocina se mixtura con un jurado en el que cada uno sabe hacer su juego.
En pleno siglo XXI, reversionando aquellos antiguos programas de cocina de otros tiempos, convirtiéndolos en formatos que trascienden a la realización de una mera receta, el boom culinario en la pantalla chica local es el hecho artístico de 2020. Camuflados en concursos o en magazines, los ciclos de cocina son hoy la vedette de la TV argentina. Un viejo género que encontró en la crisis la receta para volver a sentar a la toda la familia frente al televisor.
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